El autor con un compañero delante la iglesia de S. Tomás |
Por tercera vez íbamos
a estrenar nueva residencia. Nuestro curso parecía destinado a ir inaugurando
edificios y centros de nueva creación. Primeramente, lo hicimos con Arcas Reales,
luego con S. Pedro Mártir y ahora con este de Ávila espacioso y confortable en
el que estábamos llamados a concluir nuestro proceso de formación. A parte del
nuevo teologado, lo demás permanecía idéntico, tal y como lo habíamos dejado,
la misma iglesia, el mismo coro, los mismos claustros la misma huerta, los
mismos juegos, todo ello en conjunto nos permitían volver a nuestras costumbres
y hábitos que no habíamos acabado de olvidar. Era asombroso no salíamos de una
cuando nos metíamos en otra. En aproximadamente 6 años habíamos estrenado tres
grandiosos edificios de nueva creación ¿Que estaba pasando en la Provincia del
Santísimo Rosario de Filipinas? ¿Por qué
se construían nuevos Centros de formación y además se hacía de forma tan
fastuosa?
La primera parte de esta última pregunta es
relativamente fácil de responder. Se ampliaban los postulantados porque los que
había se habían quedado pequeños dado el alto número de vocaciones y si éstos crecían
era necesario también ampliar los estudiantados para poder acoger a todos.
Diríase que se trataba de una necesidad impuesta por las circunstancias. Responder a la segunda parte de la pregunta es
más difícil. ¿Por qué se estaba haciendo de forma tan fastuosa?
Durante la segunda
guerra mundial, Filipinas, más concretamente Manila, sufrió los desastres de la
guerra mundial y dentro ya de Manila fue la Universidad De Santo Tomás uno de los
lugares emblemáticos al que le correspondió la peor parte desde la ocupación
japonesa en 1942 hasta la liberación americana en 1945, tiempo en que la Universidad
se había convertido en un campo de concentración.
Durante unos
treintaisiete meses el edificio principal de la Universidad, propiedad privada
de los dominicos, se habría de utilizar como alojamiento de la población civil.
Mucho dolor, incalculables pérdidas de vidas humanas, devastación del
patrimonio cultural, arte, literatura, arquitectura. Cuando todo hubo acabado fue el momento de
pensar en resarcir en parte el daño
causado mediante una gran aportación de dinero como haría posteriormente
Alemania con los damnificados de la segunda guerra mundial. Una vez con las arcas llenas se podía pensar en
proyectos ambiciosos.
El provincial P. Sancho
con la visión de futuro que le caracterizaba pensó que era el momento de
satisfacer la necesidad urgente de ampliar los centros de formación de la orden
para así poder aumentar el número vocaciones y había que hacerlo no ya de forma
digna sino de forma majestuosa pensando en la posteridad y devolviendo al arte
lo que la guerra le había quitado. Había dinero para hacerlo y se hizo. Eso fue
todo. Luego el destino se encargaría de
malograr estos planes para llegar hasta donde ahora nos encontramos.
Tristemente, todos estos
lugares donde fuimos dejando nuestros recuerdos no iban a tener continuidad
histórica pues ninguno de los postulantados de la Provincia Dominicana del Santísimo
Rosario sigue cumpliendo la finalidad para la que fueron creados como tampoco
los estudiantados de S Pedro Mártir de Alcobendas ni el estudiantado de Sto.
Tomás de Ávila. Acabamos de hacer una visita, mi esposa y yo a algunos de ellos
que me ha dejado un poco hundido.
En la Mejorada ahora ya
del Sr. Moneo tuvimos la suerte de hablar largo y tendido con Paloma responsable
del enoturismo, en realidad la encargada de la finca y yo tuve la oportunidad la
comentarla lo bueno que fuera para ellos y para nosotros poder conservar la
historia que entre todos escribimos en este recinto. Me escuchó con atención y
me dijo que estaba dispuesta a colaborar para llevar a buen puerto esta
iniciativa. Podíamos trabajar juntos en una página web común o al menos estar interrelacionados
a través de enlace y que lo hablaría con el Sr Moneo y así quedó la cosa.
El nuevo pabellón de Ávila
era muy parecido al de S. Pedro Mártir de Alcobendas con algunas diferencias y
es que en éste de Ávila las aulas estaban adosadas al pabellón quebrando la perspectiva
y además el material de construcción era de cemento blanco y piedra granítica
lo que le daba más realce si cabe.
El genio de Fisac
habría logrado el equilibro necesario entre lo viejo y lo nuevo. El pasado y el
futuro se daban la mano. El histórico convento
se asomaba a la funcionalidad de los nuevos tiempos. Lo antiguo y lo moderno
estaban unidos por un pasadizo acristalado que nosotros llamábamos el tranvía
que nos permitía el tránsito de uno a otro.
Las galerías igual que
las de S. Pedro eran espaciosas y muy luminosas con paredes laterales el de la
izquierda con inmensos ventanales por donde entraba la luz a raudales y la otra
pared por donde se accedía a las clases. Las galerías era lugar de recreo donde
permanecíamos cundo el tiempo no nos permitía salir. Allí podíamos hablar,
leer, pasear incluso practicar algún juego de mesa como por ejemplo el ping pong.
Las clases también
luminosas y espaciosas resultaban acogedoras con cierto aire de rancia solera
que le daba el hormigón y la piedra en bruto sin tallar. Estaban dotadas de un mobiliario lo suficiente
cómodo que nos permitían seguir fácilmente las explicaciones del profesor y
tomar apuntes. Sillas, mesas individuales para los estudiantes, sillón, mesa y
tarima para el profesor con la ayuda de un hermoso encerado en la pared.
Todo igual y todo
diferente, así era el escenario donde nos disponíamos a vivir un tiempo
apasionante que venía marcado por la renovación conciliar en que lo que se
pedía era cambio dentro de la continuidad.
El nuevo Teologado no
lo era todo, había otros lugares preferidos que ocupan un lugar preferente en nuestro
recuerdo. Los últimos cursos 1961-62 y 1962-63 que pasé
junto a mis compañeros dominicos estuvieron marcados por la celebración del
Concilio Vaticano II. Las cosas estaban cambiando bastante de prisa con
respecto a la etapa anterior en aquel Ávila, del P. Turiel y compañía, a ello
pienso yo que contribuyó bastante el P.
F. Muñoz Hidalgo, la presencia del P. Crescente como prefecto de
Estudios, un plantel joven de profesorado y una atmósfera propicia a la renovación
general que flotaba en el ambiente y que acabaría afectando a los diversos
ámbitos de la vida cristiana, tema que yo trato de recoger en mi libro “Laicismo
y Nueva Religiosidad”, publicado por la editorial Mensajero, en el que ahora no
voy a entrar porque excedería la intencionalidad de este breve relato.
Pero sí es obligado hacer
mención del cambio de orientación producido por lo que se refiere a formación teológica
y humanista. Todo comenzaba a ser distinto. Estábamos a punto de emprender un
nuevo rumbo exigido por los tiempos, una puesta a punto, un Aggiornamento en
expresión de Juan XXIII.
Se estaba en la idea de
que la teología debía abandonar todo inmovilismo y abrirse a nuevas exploraciones. El tomismo consagrado por León XIII en la encíclica
Aeterni Patris había de seguir siendo un punto de referencia; pero debía ser
enriquecida con nuevas aportaciones vinieran de donde vinieran. Comenzábamos a
ser conscientes de que se habría una nueva época presidida por el pluralismo
filosófico- teológico. Ya no era suficiente con lo del “Magister dixit”, mejor
era lo del “Magistri dixerunt”. Había curiosidad por conocer el pensamiento de
otros autores de actualidad, como Ortega, Unamuno, Freud, Sartre, Albert Camus,
Laín Entralgo, Julián Marías Incluso creo recordar que aprovechando las
vacaciones de verano se nos impartió un cursillo sobre Marx.
En orden a la formación
cultural-humana es el momento de agradecer la labor realizada por P. F. Muñoz
Hidalgo al P. Crescente que nos ayudaran a abrirnos a la cultura en general y
despertaron en nosotros el gusto por la buena literatura, la música clásica, el
buen cine, con la ayuda inestimable también de D. José M.ª Perez- Lozano
experto en las artes cinematograficas que nos visitaba frecuentemente. Con él
aprendimos a distinguir las buenas películas de las malas en aquellas
interminables sesiones de Cine- Fórum en las que no quedaba un fotograma por
destripar, criticábamos, discutíamos y hasta llegábamos a ver mensajes
subliminares que yo creo que ni por asomo se le había ocurrido al director de
la película.
Literatos como Dostoievski,
Paul Claudel, Chesterton, Machado, Los Quintero, Lorca Van der Meersch, Martín
Descalzo no nos eran resultaban extraños.
Entre nosotros había compañeros muy cultos conocedores de las novedades literarias,
así como del pensamiento vanguardista que se encargaban de abrir los ojos a los
demás. No voy a citar nombres, porque de seguro que me iba a olvidar de alguno
y no me lo perdonaría, sólo diré que en mi curso había varios. Nos atrevimos incluso a poner en escena obras
de teatro consagradas entre otras: “Escuadra hacia la muerte” y como gran
novedad, representamos en el teatro principal de Ávila” La Triple Sabiduría del
Viejo Van” con gran asistencia de público. En fin, pienso que nuestro nivel
cultural estaba a buena altura, solo hace falta ver los números de la revista
Oriente correspondientes a esa época.
De Madrid nos visitaban
también importantes y conocidos personajes
de las hondas que nos enseñaron a hacer radio , a impostar bien la voz para ser
buenos locutores y los mil y un truco de
que ellos se servían en su cotidiano
trabajo; cosa que nos vino muy bien porque el Monasterio de Santo Tomás, por si
alguien no lo sabía, llegó a disponer de una emisora de radio donde además de
rezar el rosario todos los días , había otras secciones, incluso elaborábamos
guiones interesantes de cierta calidad en que nosotros lo hacíamos todo, éramos
guionistas, intérpretes, presentadores,
por cierto entre nuestros compañeros
los había con una voz privilegiada que
nada tenían que envidiar a los locutores
de verdad.
Cuando se necesitaba
alguna voz femenina contábamos con la colaboración de chicas venidas de fuera,
alguna era hermana de un compañero nuestro y como es natural todo bajo La
batuta del P. F. Muñoz–Hidalgo que se movía como pez en el agua en estos
menesteres. La cabina técnica de sonido
estaba al mando de Arellano conocedor como pocos de la música clásica con la que
ilustraba magistralmente las intervenciones radiofónicas y además nos deleitaba
todas las noches con la audición de unas muy bien seleccionadas obras maestras
para el que lo quisiera pudiera oírlas en la Sala de Comunidad del Coristado
donde se habían instalado unos altavoces a tal efecto.
Los nuevos vientos que
soplaban facilitaban el contacto con el mundo exterior y permitían la ausencia
del convento cuando había algún motivo. Recuerdo que en el verano de 1961
Domingo Marcos y yo asistimos a un curso de Estudios Ético-Sociales organizado
por la Universidad Pontificia de Salamanca que tuvo lugar en el marco
incomparable de S. Isidoro de León de 15 días de duración del 21 de Julio al 5
de agosto con asistencia de laicos y
religiosos venidos de los más diversos lugares lo que nos permitió intercambiar
impresiones que resultaron enriquecedoras aparte de ponernos al día en
cuestiones sociales.
Al año siguiente
también por agosto se me permitió salir del convento para visitar a mi madre
que estaba muy enferma. Al llegarme la noticia de que había empeorado me dirigí
sin dilación alguna hacia los Cuatro Postes con la intención de hacer autostop.
No tuve que esperar mucho tiempo, pronto me recogió una persona muy amable que
me llevó hasta Peñaranda de Bracamonte, arreglándomelas después como buenamente
pude hasta llegar a Alaraz que era mi pueblo, donde ella vivía. Cuando llegué la
encontré postrada. Una embolia cerebral la tenía mermada física y mentalmente.
La agonía fue larga y dolorosa,
no podía comunicarme con ella, aunque yo pienso que en algún momento me
reconoció y expreso su emoción en forma de sonrisa que nunca olvidaré. Era poco
lo que se podía hacer, pero en medio de una profunda pena yo me sentía aliviado
de estar junto a ella en estos momentos y poder llenarla de cariño y de besos.
Agradezco a Dios que me diera la oportunidad de despedirme de mi madre, de que
muriera en mis brazos y pudiera cerrarle sus ojos con toda la ternura de que un
hijo es capaz.
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