Tuesday, April 10, 2018

ÁVILA EN MI RETINA (V), por Ángel Gutiérrez Sanz


Estudiantado en Ávila (Imagen del autor)
En Sto. Tomás hay mucha historia que contar porque los que allí  llegábamos de Ocaña además de coristas íbamos a ser también estudiantes en periodo de formación; por cierto que esa denominación de coristas por la que se nos conocía, dio lugar a  malentendidos y a alguien fue preciso aclararle que nada teníamos que ver con el mundo del espectáculo.

Por lo que se refiere a los de mi generación, estos primeros años en Ávila, pienso que fueron decisivos en cuanto a la formación filosófica dejándonos marcados, en mi opinión para bien, aunque según otros no fue así, tal como he podido deducir de su propio testimonio.

Cuando mi curso, llegó  a Ávila allá por el año 1955  el convento era un edificio lo que se dice con prosapia, plagado de arte y de historia: la iglesia , la sala capitular , el refectorio, las dependencias regias, los imponentes claustros El estudiantado era más modestito, los pabellones vetusto y destartalados, la capilla recogida e intima, la Sala  de Comunidad donde nos reuníamos era espaciosa y un poco lúgubre,  tanto una como otra  hoy destinas a alojar piezas del museo oriental llenas de valor artístico y afectivo.  

Las celdas destinadas a ser nuestro refugio íntimo eran sobrias,  y poco confortables , carecían de agua  corriente y teníamos que arreglárnoslas con un palanganero, jarrón y cubo para el agua sucia, por todo moviliario disponíamos de una pequeña librería,  baúl,  maleta o ropero algo que hiciera de receptáculo para meter allí nuestras prendas de vestir y modestos enseres personales,  una mesa, una silla, una percha  un crucifijo colgado de la pared y una cama de esas antiguas con catre de hierro y colchón de lana, sábanas y mantas cuarteleras  con una mesita de noche , un bacín y creo que eso era todo.

Ah se me olvidaba también disponíamos de una escoba. Lo recuerdo perfectamente porque la celda del P. Cabezón estaba situada en la segunda planta, justamente debajo de la mía y cuando yo armaba cualquier escándalo utilizaba el palo de la misma para  golpear el techo con cierto nerviosismo, avisándome de que eran horas de silencio. ¡ Que tortura!... 

A pesar de todo nos encontrábamos a gusto allí, dueños y señores de unos 25 metros cuadrados, entre cuatro paredes llenas de historia y tradición que habían sido habitadas anteriormente por personas que nos habían precedido y que ahora nosotros admirábamos. Además respondían a la idea de monacato  que nosotros más o menos teníamos en la cabeza, donde la austeridad y la pobreza eran ingredientes esenciales. En los dos años que fuimos huéspedes de estos aposento no escuché ninguna queja porque todos asumíamos que estábamos en un convento y no en un hotel de cinco estrellas y así es como queríamos que fuera  

Mis primeros escarceos con la Filosofía

Referente al estudiantado es preciso decir que en este tiempo estaba regido por un elenco de profesores notables, por citar a alguno mencionaré al P. Turiel , P. Cabezón,  p. Marecelino, P. Reyero, P. Luis López , P. Manolín, p. Claudio, P. Marcos  F. Manzanedo  etc. Bastante tradicionalistas, sin duda, pero con una formación sólida.  Eran los tiempos en que la metafísica  estaba agonizando aunque en España aún gozara de cierto prestigio estudiándose con todo rigor en los Seminarios y Centros de Formación Religiosa incluso en la Universidad Central del Estado donde impartía clases  el por aquel entonces  prestigioso metafísico  Ángel González Alvarez  y anteriormente lo había, hecho el P. Silvestre Sancho tan admirado por todos nosotros a quien su amigo personal el ministro de Educación Ibañez Matín le había ofrecido la catedra  de metafísica o de Ética quedándose por fin con esta última, también había sido profesor de esta universidad  el universalmente conocido Xabier Zubiri bastante vinculado por cierto a los dominicos, quien de forma complaciente, en alguna ocasión nos habría de visitar para pronunciar alguna conferencia en S. Pedro Mártir de Madrid.  

Eran los tiempos aquellos en que el convento de S. Esteban de Salamanca  se había convertido en el ultimo bastión desde donde el p.  Santiago Ramirez , el p. Royo , el p. Fraile  entre otros compañeros dominicos, resistían e intentaban repeler los ataques que venían de fuera, enredándose en una polémica que trascendió a la opinión pública.

Esto mismo se intentaba hacer modestamente en el Estudio General  Ávila de forma silenciosa. Espero no exagerar si digo que el P. Turiel consiguió contagiar su pasión por la filosofía en muchos de los que tuvimos el privilegio de asistir a sus clases, algo que sólo puede conseguirlo un profesor con personalidad como lo fue él.  

Uno de los clasutros de S. Tomás (Imagen del autor)
Recuerdo con que ardor nos entregábamos a las disertaciones y los círculos, cuanto tiempo los dedicábamos… diriáse  que vivíamos preocupados por los misterios escondidos de la filosofía  y no era infrecuente que nos enrolláramos en las discusiones metafísicas más extrañas, como podrían ser, si el Pulchrum podía ser considerado una de las propiedades trascendentales del ser o si el mundo podía haber sido creado ab aeterno y no digamos nada de la Lógica con las demostraciones, sus principios y reglas, los silogismos  con sus figuras y modos . Barbara , Celarent, Darii , Ferioque…. Nadie de los que allí estuvimos habrá olvidado  lo contundente que eran nuestras demostraciones . 

Todo hombre es racional. Yo soy hombre.  Luego… Yo soy racional. A ver el majo que  se atrevía  a rebatirlo,  era algo parecido al “cogito ergo sum” por el que , Descartes pasó a la posteridad.    Que tiempos aquellos en los que pensábamos que la filosofía y la teología lo eran todo y que el mundo giraba en torno a sus postulados.

Nuestra visión de la vida no dejaba de ser un tanto ingenua; pero bastante ajustada a nuestra circunstancia personal . Me explicaré.  Desde los tiempos de la Antigua Grecia se viene repitiendo que una de las condiciones indispensables para poder dedicarse  a la filosofía, o lo que es lo mismo a la búsqueda de la verdad, era la ociosidad, sólo al alcance de quien tenía el cocido asegurado y resueltas las exigencias  concernientes a la existencia humana , porque si no era así y tenías que preocuparte de  ganarte la vida,   si tenías que buscar algo para comer o donde ibas a dormir  entonces dificilmente podías alcanzar el segundo grado de abstracción metafísica. Esto es algo que queda bien expresado en el dicho popular según el cual. “ primum vivere deinde philosophare”. 

Pues bien la despreocupación por todas las cosas materiales era un lujo que nosotros  sí nos podíamos permitir , porque teníamos la mesa puesta y todas las necesidades cubiertas, por lo tanto  podíamos dedicarnos tranquilamente y por entero al ejercicio de la filosofía y estar solamente  atentos al toque de campana que nos avisaba de cuales eran nuestros tiempos sin mayores complicaciones  . Así las cosas no es nada extraño  que a la filosofía la colocáramos en  el centro de la vida e hiciéramos de ella la actividad más importante del mundo, lo que sin duda venía a ser  un caso más como otros tantos de deformación profesional .

Aula Magna, Santo Tomás, Ávila (Imagen del autor)
No hace falta decir que la orientación filosófica que recibimos estaba enmarcada en el tomismo -aristotélico lo cual no deja de ser congruente,  lo insensato hubiera sido lo contrario, la cuestión estaba en no violentar a unas mentes vírgenes que iniciaban su búsqueda hacia la verdad sometiéndoles a una disciplina férrea que les condujera a  un posicionamiento impermeable puro y duro, poco integrador y muy exclusivista, porque entonces estaríamos hablando más de adoctrinamiento que de auténtica formación. El Aquinatense nunca  le gustaron las posturas cerradas  y el mismo fue un rebelde que tuvo que romper muchas resistencias para abrir nuevos caminos del pensamiento. Con la amplia perspectiva que va marcando el paso del tiempo, uno se fue dando cuenta que la verdad es poliédrica y que tiene muchas aristas, por lo que  resulta contraproducente jugárselo todo a una carta  y es aquí a donde yo quería llegar. 

El aristotelismo de corte tomista  a mi siempre me aparecido  y me sigue pareciendo un sistema respetable que debe ser valorado en su justa medida, pero Aristoteles no es el único pensador ni con él se acaba la filosofía.  La atención preferente que sin duda merece su gigantesca personalidad    es compatible con el estudio de otros grandísimos pensadores que bien podían habernos enriquecido  con sus aportaciones y esto es algo que  desgraciadamente no siempre se tuvo en cuenta afectando negativamente a esa madurez intelectual que en el mejor de los casos  habría de llegar, pero  con retraso.  No era serio por ejemplo que ante cualquier propuesta filosófica que no se ajustara a los supuestos aristotélico-tomistas tuviera por  todo comentario  el famoso “¡ Oh  magna aberratio!”

A parte de las lagunas existentes en nuestra formación filosófica, que sin duda las hubo, es justo reconocer que fuimos entrenados convenientemente en todo lo que se refiere a  solidez y rigor en los juicios, ejercitándonos eficazmente  en las exposiciones sistemáticas y bien ordenadas. Nos enseñaron a diferenciar las apariencias de la realidad , lo esencial de lo accidental, los términos de los conceptos , en una palabra, a separar la paja del grano, por eso no es fácil que hoy nos dejemos engañar por los sofistas de turno, estando lo suficientemente preparados como para que no nos metan gato por libre. 

Nunca agradeceremos como merece  los cimientos que nos prestaron desde los cuales hemos podido construir una personalidad equilibrada y estable que nos permite afrontar las turbulencias de los tiempos presentes . Después de que nuestro mundo haya pasado por una crisis profunda de  valores y de pensamiento  en tampoco tiempo , después de haber llegado a una posmodernidad  relativista y vacía de contenido es el momento de tirar de aquellos principios esenciales que aprendimos hace más de medio siglo en el Estudiantado de Filosofía de Sto. Tomás de Ávila.

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LOS AÑOS PASADOS CON MIS COMPAÑEROS DOMINICOS




Un año de prueba en Ocaña (IV)


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