Friday, February 15, 2019

DESMEMORIADAS MEMORIAS DOMINICANAS (II), por Rufino García Álvarez


EL COLEGIO

La denominación oficial del Colegio era Colegio de Nuestra Señora del Rosario de Arcas Reales. Nosotros siempre le denominaríamos Arcas Reales. El nombre provenía de un barrio a las afuera de Valladolid, donde antiguamente cuentan que venía algunos veranos a pasar unos días el Rey Felipe II. Había una fuente unos quinientos metros antes de llegar a la entrada del Colegio que celebraba aquella efeméride o al menos eso nos decían que quería decir la inscripción que había en el frontispicio de la citada fuente.

El Colegio tenía una arquitectura colosal, obra del arquitecto Miguel Fisac, personaje muy vinculado a la construcción de obras de carácter religioso, quizás por sus nexos personales con la religión católica ya que se comentaba que fue una persona muy cercana al Opus Dei.

Independientemente de las razones por las que le otorgaran la construcción del Colegio lo cierto es que éste tenía una distribución muy equitativa, era luminoso, espacioso, con grandes ventanales y con unos diseños adecuados al número de alumnos que tenían su residencia y a las peculiaridades de su dedicación: estudio, deporte y tranquilidad.

El centro del edificio estaba ocupado por una iglesia enorme con un ábside y un frontal hechos de granito con una altura excepcional que servía de faro y guía para el resto del edificio. En lo alto de este ábside, en su parte exterior, había una enorme estatua del fundador de la Orden de Predicadores (Dominicos) a los pies de la Virgen (Nuestra Señora del Rosario). Por dentro la iglesia era totalmente diáfana, rectilínea en sus paredes laterales que parecían converger hacia el altar mayor al que unas cristaleras laterales le iluminaban de una manera preciosa y precisa.

En los laterales de la iglesia había pequeños altares en sus respectivas capillas que eran igualmente ascéticos, sin iconografía, semejante en su construcción a la nave central de la iglesia. No había pues distracciones posibles puesto que la óptica y perspectiva de la construcción era inevitable hacia el altar mayor.

Las paredes eran de ladrillo visto y sólo se verían unos pequeños símbolos que indicaban las estaciones del viacrucis. Al fondo una pequeña cristalera hecha con cemento blanco y pedazos de cristales de colores que recreaban figuras geométricas semejantes a un calidoscopio fijo. Sobre el fondo había un pequeño coro donde estaba instalado un armonio para acompañar las sesiones religiosas con música, si era necesario. Los bancos divididos en dos columnas con un pasillo central amplio y dos laterales permitían el acceso de todos los asistentes sin problemas de tiempo y espacio.

En la parte delantera de la iglesia se sentaban los alumnos de los dos primeros cursos. Después de un pequeño espacio se sentaban los cursos superiores por orden de antigüedad y en los bancos finales los frailes, que tenían una visión perfecta de todo el alumnado.
El altar estaba situado en alto y también era muy ascético, sólo el ara y un atril con los correspondientes candelabros para sostener las velas según el período eclesiástico que se tratase.

Sostenido desde el techo hasta el suelo por una serie de barrotes finos y dorados colgaba un crucifijo enorme, que suponía el único icono de toda la iglesia.

A ambos lados de la iglesia se habían construido de forma totalmente simétrica diversos pabellones, totalmente rectangulares, de uno o dos pisos para albergar las actividades escolares y dormitorios.

También había un claustro que servía de entrada al edificio y encadenaba los dos refectorios o comedores y la zona de residencia de los frailes con ciertas dependencias como la enfermería, las cocinas, el lavadero, etc.

Todo ello estaba rodeado por una extensión de terrenos dedicados en parte a campos de deportes (fútbol, balonmano, vóley, piscina, salas de pianos) como de cultivo y vaquerías. También había un teatro en un edificio separado donde se llevaban a cabo actividades culturales de representación de pequeñas obras de teatro, sesiones literarias, y, una vez al mes, películas, escogidas por su moral y contenidos adecuados a nuestro espíritu y según los tiempos que corrían.

ORGANIZACIÓN
Realmente la organización de la actividad del Colegio era compleja y espartana. Eso lo veo ahora, con ojos de persona mayor que ha vivido y trabajado en grandes corporaciones, pero entonces no tenía noción de lo que suponía poner en orden aquel enorme volumen de personas y actividades.

El Colegio tenía una capacidad de absorción de 500 alumnos aproximadamente. Todos en régimen de internado, lo que conllevaba múltiples gestiones para organizar a tanto personal durante unos nueve meses aproximadamente al año. La logística requería esfuerzo y dedicación.

La primera división que se hacía con los alumnos era por cursos. Los menores, primero y segundo de bachillerato, estaban en un ala del Colegio y tenían un Prefecto de Disciplina. En mi curso tuvimos durante los primeros años al Padre Agripino Franco.
Cada uno de los cursos se dividía en Secciones, por orden alfabético de los alumnos, en un número aproximado de 40 alumnos por Sección que así mismo eran los componentes de cada una de las aulas de clase.

La misma estructura mantenían los de segundo de bachillerato. Ambos cursos en convivencia y con una cierta rivalidad a nivel deportivo, intelectual y de autoafirmación constituíamos lo que se denominaba: LOS MENORES.

Semejante organización se llevaba a cabo con los mayores, cursos de tercero a quinto de bachillerato. No cursábamos sexto y reválida superior según los planes de estudio vigentes entonces porque nos enviaban al Noviciado al finalizar quinto de bachiller y después se suplía este déficit cuando cursábamos Preuniversitario, al finalizar el Noviciado e iniciar la vida religiosa con los votos simples.

Estos tres cursos superiores constituían lo que se denominaban LOS MAYORES. Tenía su ala aparte, su Tutor o Prefecto de Disciplina, que durante los años que estuve en Arcas Reales siempre estuvo ostentado este cargo por el Padre Alberto, de quien hablaré largo y tendido en estas líneas.

Teníamos prohibido el vernos y juntarnos con los Mayores. Es más, había alumnos que tenían hermanos o primos en cursos superiores y para verse tenían que solicitar permiso y los domingos pasaban los familiares directos mayores al pabellón de los menores para ver a sus hermanos y sólo a sus hermanos. Dejaban, a veces, con un fraile de testigo, saludar a algunos alumnos que eran de su pueblo o conocidos. La visita no llegaba a la hora de duración, salvo que viniesen los padres o familiares muy directos, que entonces les permitían todo el tiempo que quisieran y hasta salir del Colegio durante el día.

Para conseguir que todo este entramado funcionase a la perfección sólo se lograba con una virtud: LA DISCIPLINA. Ésta era abrumadora, tirana y metódica. Tenía como recurso para su implantación otra virtud: LA OBEDIENCIA. Vaya si funcionaban. Solas o acompañadas pero trufadas continuamente de castigos para cualquier infracción o virtual infracción. Los juicios de faltas eran sumarísimos y sin posibilidad de defensa la mayoría de las veces. Se aplicaba inmediatamente el castigo. Era el modelo de educación religiosa al uso y más dentro de un sistema totalmente autoritario como el sistema político que imperaba por aquella época en nuestro país.

El Colegio tenía un Director, que al mismo tiempo era el Superior de la Comunidad de Religiosos que participaban en el desarrollo de las actividades lectivas, espirituales, de gestión y captación de vocaciones para sucesivos cursos.

El Director se cambiaba cada ciertos años según los estatutos de la Orden y era elegido por sufragio de los frailes, con el mismo u otro candidato. Después era confirmado por el Vicario Provincial y posteriormente por el Provincial de la Orden que se encontraba en Manila (Filipinas). Este cargo llevaba la representación académica ante el Ministerio de Educación para el reconocimiento de los estudios reglados, por lo que contaba también con un Secretario de Actas para las Evaluaciones pertinentes o exámenes como de denominaban en aquella época.

El Profesorado que teníamos eran Frailes que pasaban temporalmente por Arcas Reales, que venían de otras actividades, especialmente misiones en Asia o en Sudamérica, y para descansar y cargar pilas se dedicaban durante unos años a dar clases a los alumnos de bachillerato.

De aquí se derivaban ciertas dificultades en las cualidades docentes de algunos de ellos. Les asignaban la impartición de materias que estaban libres y muchas veces no tenían los conocimientos técnicos ni pedagógicos adecuados para su impartición. Esto generaba rechazos, incomprensiones y pérdidas de tiempo y conocimientos en los alumnos que nos incapacitaron para estudiar ciertas especialidades por falta de formación básica.

Además de los Frailes Sacerdotes había otros frailes que no cantaban misa, no eran sacerdotes, pero que tomaban los hábitos y los votos y servían y ayudaban en las tareas de logística y organización del Colegio. Eran los Hermanos Legos, aunque se desterró esta terminología por considerarse despectiva. Muchos de ellos eran más apreciados por los alumnos que algunos de los Frailes/Sacerdotes.

Para las tareas auxiliares de lavandería, cocina, agricultura, vaquería, etc. tenían contratados personal seglar que eran coordinados por Hermanas o por los Hermanos Legos para poder realizar eficazmente todos estos menesteres tan amplios y necesarios en un colectivo tan numeroso.

A grandes trazos ésta podría ser la organización del Colegio durante los cinco años que pasé en Arcas Reales. Ahora pasaré a describir mis andanzas, estudios y anécdotas y de algunos compañeros de curso o de otros cursos que irán entrelazándose con el devenir del tiempo.

----------------------------

Friday, February 8, 2019

DE NUEVO EN ÁVILA: 1963-1968 (VIII), por Juan José Luengo

Claustro (Imagen: Luciano López, originan en color)

En noviembre de 1963 vivimos otra “tragedia” que, de seguro, todos recordamos. El 22 de noviembre John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos, fue asesinado en Dallas. Como ya mencioné anteriormente, el presidente Kennedy era admirado por todos nosotros por ser joven, carismático y católico. Aquel asesinato nos cayó como un vaso de agua fría.

¿Alguien recuerda dónde estaba cuando sucedió esto? Este es mi recuerdo. Eran las siete u ocho de la noche, hora de España. Estábamos en coro. Los padres que eran profesores no asistían a la recitación del Oficio Divino, pero iban al coro para la meditación antes de la cena. Ellos se habían enterado de la noticia y al llegar al coro, uno de ellos (creo que fue José Antonio Fernández) le dijo en voz baja al estudiante que estaba más cerca de la puerta “han asesinado a Kennedy” y este estudiante la noticia al siguiente estudiante...y así hasta que se corrió a todos… mientras el coro estaba bien oscuro al estar apagadas las luces para la meditación.

Fue durante este año que recibimos las entonces llamadas órdenes menores de ostiario, exorcista, lector y acólito.

Hablando de ordenaciones. En marzo de 1964 se ordenaron sacerdotes, entre otros, Manuel Mateos, Serafín Monasterio y Abilio Vicente.

El 6 mayo de 1964 el P. Jesús Gayo fue reelegido Provincial.

No quiero pasar por alto algunos asuntos y sucesos más “prosaicos” que ocurrieron durante este año escolar.  Fue la época cuando apareció el torero más carismático y polémico hasta aquel entonces. Manuel Benítez “El Cordobés” revolucionó la fiesta brava y nadie estuvo inmune a su influencia. Nosotros tampoco. Cuando se televisaban sus corridas en la primavera y verano de 1964 parecía que toda España se paralizaba.

Su cogida en la plaza de Las Ventas de Madrid en mayo de ese año dejó sin aliento a más de uno.  Recuerdo como unos 20 estudiantes (o más) nos congregábamos en casa de uno de mis primos que vivía a las afueras de Avila para ver esas corridas por televisión cuando coincidían con el día del paseo largo semanal.  Entre nosotros no faltaron las discusiones acaloradas y los debates sobre la calidad del toreo de El Cordobés y su valentía. Los “puristas” preferían a otros como Santiago Martín “El Viti” (por haber nacido en Vitigudino, Salamanca), Paco Camino, Diego Puerta, Antonio Ordóñez, Jaime Ostos u otro de los muchos grandes toreros de la época.  Sin embargo, una cosa es cierta. El Cordobés superó a todos en popularidad. 

Fue durante ese verano (1964) cuando España ganó por primera vez la Copa de Europa de naciones.  Se enfrentó a la Unión Soviética en el Estadio Santiago Bernabéu. Ganamos 2-1 con goles de Pereda y Marcelino. Para quienes ya no recuerden, esta fue la alineación de España: Iríbar, Rivilla, Olivella, Reija, Zoco, Fusté, Amancio, Pereda, Marcelino, Luis Suárez y Lapetra. José Villalonga era el entrenador.

Volvamos a asuntos más serios. No sé cómo nuestro Provincial (P. Jesús Gayo) llegó a un acuerdo con el Provincial de Chile y por este motivo, un grupo de nuestro curso fue enviado a Chile. Allá fueron Agustín Carricajo, Teodoro del Pozo, Santos Fernández, Jesús Sánchez Sendino, Tomás Sánchez, José Luis Santervás y Alejandro Valbuena.

También marcharon de Ávila el P. José Antonio Fernández y Jesús Manuel Martínez. Allí se encontraron con D. Ignacio y D. Venerando, quienes habían sido dos de los celadores que tuvimos en Arcas Reales y llegaron a ordenarse sacerdotes para la Provincia de Chile. Del curso siguiente al nuestro, también fueron a Chile Fernando Fuentes y Félix Fernández.   
                                                                                                                                                                                                                                                        Fernando Fuentes llegó pronto a ser Provincial y murió joven (a los 42 años) en 1984. Para no ser menos, Felix Fernández fue también recientemente elegido Provincial (2006-2010).

Como era costumbre, pasamos el verano en La Mejorada. Este fue el último año que nuestro curso veraneó en La Mejorada.


Segundo año de Teología (1964-1965)

El curso siguiente al nuestro, ya terminada la filosofía, vino de Madrid para comenzar la teología.  Esta rutina se repetiría en años sucesivos hasta que los cinco cursos de teología se encontraron en Ávila durante el curso de 1967-68.

Esta es la lista de asignaturas: Theologia dogmatica, Theologia moralis, Exegesis Biblica V. Testamenti, Exegesis Biblica N. Testamenti, Institutiones liturgicae, Historia Ecclesiae, Exercitationes, Eloquentia sacra, Musica sacra y De spiritualitate dominicana.

El 14 de septiembre comenzó la tercera sesión del Concilio que terminó el 21 de noviembre. Se aprobaron en esta sesión los siguientes documentos: Constitución sobre la Iglesia (Lumen Gentium) y los Decretos sobre el Ecumenismo y las Iglesias Orientales.

La aparente calma del concilio era engañosa y ocultaba “tormentas” internas. Dos en particular. La “nota previa” que el Papa Pablo VI añadió a la constitución Lumen Gentium mediante la cual debilitaba, según los expertos, lo que se dice en este documento sobre la colegialidad de los obispos. Pero, había que apaciguar al grupo más conservador de los padres conciliares.

No fue menos acalorado el debate sobre la libertad religiosa. Este documento estaba programado para ser aprobado durante esta sesión, pero fue “boicoteado” hasta el último momento y tuvo que esperar hasta la siguiente.

Fueron principalmente los obispos españoles, italianos y los de la Curia Romana quienes se opusieron a este documento porque pensaban que esa aprobación era hacer concesiones al ateísmo y negar que la Iglesia Católica tiene la exclusiva en la tierra para hablar en nombre de Dios.                                                                             Impresionante fue la intervención del Cardenal Josef Beran (1888-1969), arzopispo de Praga, a favor del documento. El cardenal Beran fue detenido por los Nazis en 1940 y enviado al campo de concentración de Dachau y de 1949 a 1963 fue prisionero del régimen comunista de su país.

Todavía hoy siguen resonando sus palabras en el aula conciliar donde tuvo el valor de decir…” que quizá la Iglesia estaba sufriendo en expianción por sus pecados en el pasado contra la libertad religiosa- tales como la quema en la hoguera del sacerdote y teólogo checo Jan Hus en 1415”.      
          
Aula Magna (Sobre imagen original de Angel Gutiérrez Sanz)
Todos recordamos el argumento que oímos más de una vez respecto a este asunto… “la verdad tiene derechos…la Iglesia Católica tiene la verdad…luego...”. La realidad es que tanto la verdad como el error son ideas abstractas y es el ser humano concreto, de carne y hueso, quien tiene derechos.

Recuerdo vívidamente las discusiones que tuve con mi director espiritual, a quien por respeto no voy a nombrar, quien juraba y perjuraba que era imposible   que el Concilio aprobara este documento. Gracias a Dios, no fue así como lo indica el voto final de 1997 votos a favor y 224 en contra.
                                                                                                              
Ya he indicado antes que todos nosotros seguíamos el desarrollo del Concilio con gran fascinación y entusiasmo. Leíamos con gran avidez las crónicas que desde Roma enviaba José Luis Martín Descalzo.  Era como que se abría un nuevo horizonte y como que se acercaba un nuevo amanecer. Hablar hoy de ecumenismo no es gran cosa, pero en aquellos días era inusitado. Al mismo tiempo, lo que la Lumen Gentium dice sobre el papel de los laicos en la iglesia era algo inaudito… ¡Soplaban nuevos vientos en la Iglesia! Uno sentía como que el “vino nuevo” no cabía en los “odres viejos”. En la “masa”de nuestra formación teológica se introdujo una nueva “levadura”.  La “fermentación” produjo a veces resultados que no fueron del agrado de todos.

Durante el Adviento de este año, la liturgia comenzó a celebrarse en español. Poco a poco el latín desapareció. Un par de años más tarde, ¡la misa conventual era toda en español, concelebrada y de cara al pueblo! Como por arte de magia desapareció aquella procesión de sacerdotes que, durante la misa conventual en el altar mayor, iban a las capillas laterales a “decir” su misa privada.

Recuerdo que durante esta época era frecuente que diferentes grupos de laicos pasaran los fines de semana en el Convento de Santo Tomás para jornadas de estudio y de oración.  Uno de estos grupos, comenzando entonces, fue el de Kiko Argüello. Fueron los primeros miembros del Camino del Neocatecumenado, los “Kikos”, que, como todos sabemos, llegarían a crecer en número e influencia en la iglesia y se extenderían por el mundo entero.

Fue durante la primavera de 1965 que en nuestro convento Cristóbal Halffter presentó y grabó su Misa de la juventud en español. Fue una de las primeras misas compuestas totalmente en español y sería muy usada por muchos años tanto en España como en otros países donde se habla español. Fui testigo de cómo esta misa se usó mucho en las parroquias hispanas de Nueva York y otras diócesis del Noreste de Estados Unidos.

¿Quién no recuerda la letra de la canción de entrada?: 

                            Anunciaremos tu reino, Señor, tu reino…
                            Reino de paz y justicia…
                            Reino de vida y verdad…

No estoy seguro cómo Cristóbal Halffter llegó a establecer contacto con nuestro convento. Es posible que fuera através del P. Pablo López de Osaba, gran músico de la Provincia de España, quien fue enviado a Santo Tomás para terminar los estudios de teología.

También llegó por estas fechas desde Estados Unidos Fray Roman Carter quien se hizo miembro de nuestra provincia. Terminó la teología en Ávila y fue ordenado en 1966.

Durante este año académico nuestro curso, salvo alguna excepción, recibió el subdiaconado. Y al terminar el curso, Cirilo Santiago, Manuel Reyes Mate y Marcos Ramón Ruiz fueron ordenados sacerdotes. En realidad, Cirilo Santiago debería haber sido ordenado el año anterior, pero estaba “atrasado” porque había estado enfermo por un largo periodo de tiempo.                                                                        Yo tuve el honor y el privilegio de asistir a la primera misa de Reyes Mate en su pueblo de Pedrajas de San Esteban (Valladolid).

Unos meses antes, en abril, se habían ordenado sacerdotes en Granada José Luis Ajates, Dionisio Jiménez y Rafael Sanz.  A mí me permitieron asistir a la primera misa de Dionisio Jiménez en su pueblo de Herreros de Suso (Ávila).

En Julio de 1965 el P. Francisco Zurdo terminó como prior del convento y, para sustituirle, fue elegido el P. Manuel Ferrero.

Ya indiqué anteriormente que el verano de 1964 fue el último en La Mejorada. El verano de 1965 lo pasamos en el convento de El Paular ubicado en Rascafría, en la vertiente madrilleña de la sierra de Guadarrama.  Este convento, cuyo nombre completo es el Real Monasterio de Santa María de El Paular, fue durante 450 años un monasterio cartujo, desde su fundación en 1390. En 1954 se convirtió en abadía benedictina.

¡Este sería el último verano que pasamos “juntos” como curso!  Como veremos más adelante, los siguientes veranos ya nos “dispersamos” por diferentes lugares.

También durante este verano algunos de nosotros, me acuerdo de Teodoro Martín y Jovino San Miguel, asistimos a la Semana de Misionología de Burgos.  También asistió el P. Godofredo González quien había sido nuestro profesor de Eclesiología.En uno de los “descansos” de la Semana hicimos una excursión al Monasterio Benedictino de Santo Domingo de Silos.

Como es normal, poco queda en la memoria de aquellas conferencias.  Sin embargo, nunca se me olvidará que la “estrella” de los conferenciantes fue el P. Congar, O.P, ya “rehabilitado” después de sus años de silencio. Otros dos conferenciantes que entonces comenzaban a sobresalir en el campo de la pastoral y la catequética fueron el P. Pedro Rodríguez, sacerdote del Opus Dei y director de la revista Palabra, y también el religioso claretiano Teófilo Cabestrero.

Allí conocí a dos seminaristas de la diócesis de Ávila quienes también habían sido enviados a esta Semana de Misionología. Se llamaban Antonio Esgueva y Ricardo Blázquez.  Más adelante, hablaré de Ricardo Blázquez, actual arzobispo de Valladolid.


--------------------------

Texto original de Juan José Luengo García "Breve Crónica de un curso 1953-1968)escrito en verano 2009. Para las otras entradas:

Capítulo 1 (La Mejorada)

Capítulo 2 (Arcas Reales)

Capítulo 3 (Ocaña)