Convento Santo Tomás (Imagen: Valentín Saiz) |
Tres largos años de
reflexión filosófica siguiendo las normas de vieja escolástica. Una filosofía
que se desarrollaba en injusta dependencia de la teología. Un conocimiento
racional de orientación "cristiana" por su natural sometimiento a los
preceptos teológicos. No era justo. La verdad no tiene calificativo y nunca
puede ser exclusiva de nadie. La filosofía tampoco. Ni cristiana, ni árabe, ni
blanca, ni negra. El juego intelectual era legítimo mientras no chocase en las
verdades reveladas. Lógica, Metafísica, cosmología, Sicología, Teodicea, Ética,
intrincadas selvas de conceptos exactos en su comprensión y en su extensión
expresados en lengua latina según el riguroso método escolástico e inspiración
aristotélica. No podía ser muy sugerente el mensaje en una lengua muerta, unos
conceptos muy alejados de la vida real y muchas ideas esclavas y sumisas por
principio a otras. Ni eran tan lógicas como se prometía, ni sintonizaban
con el flujo cambiante de una realidad humana que nosotros vivíamos, ni estaba
clara la evidencia de aquella verdad perenne que proclamaban. La inteligencia
es un poderoso instrumento ambivalente para defender y atacar al mismo tiempo,
para mentir y desmentir, pasa ensalzar y reprimir. Hasta la Sicología era
racional y el mundo de la vida, de los sentimientos, lo más auténticamente
humano, debía esconderse, disfrazarse, sublimarse, racionalizarse. Es decir,
falsificarlo porque era tabú. La expresión afectiva y sentimental de la forma
que fuera, la aventura de los sentimientos y afectos era siempre un camino
arriesgado y peligroso.
Convento de Santo Tomás
de Ávila. Evocación historia española medieval con todas sus luces y sus sombras de
los tiempos oscuros. Al lado del sepulcro del príncipe Don Juan, hijo de
los Reyes Católicos, la silueta controvertida de Torquemada, el
celoso defensor de la fe símbolo de una ortodoxia puritana que pospuso el dolor
de los seres humanos al fervor religioso, que sembró de intrigas religiosas
las tierras españolas, que limpió el contagio herético de sus hombres con piras
humanas y el de seres que solo habían cometido el crimen de pensar hablar y
actuar con libertad. Donde "no se podía hablar ni callar sin
peligro", donde el ojo inquisidor acechaba detrás de todas las puertas, y
los defensores de la verdad absoluta se imponen con una intolerancia
que solo la ambigüedad y clasificación de los conceptos podían explicar.
Ávila, la mística,
tierra de cantos y santos, el agua del Adaja a su pies, el murmullo de
oraciones en el silencio religioso de sus fríos claustros, la lección
silenciosa de sus piedras seculares, el cerco de sus espléndidas murallas, el
melancólico tañer de las campanas, el aliento animoso y vivificante de la madre
Teresa y San Juan de la Cruz, el suspiro de muchos ascetas preocupados por su
perfección religiosa y las alucinadas visiones de falsos místicos, componen el
mejor escenario para estudiar filosofía escolástica en las aulas del convento
de Santo Tomás. El monasterio es un bello ejemplar de arquitectura gótica
renacentista levantado con el beneplácito de los católicos reyes y el sudor de
miles de esclavos sin nombre. Santo Tomás es también el nombre propio de un
hombre excepcional del pensamiento universal que puso su inteligencia al
servicio de la revelación cristiana. Santo Tomás es una arquitectura mental tan
bien estructurada como las piedras de la mejor catedral gótica del mundo.
Tres años de estudio
poco rentables. La enseñanza religiosa tenía reconocimiento oficial
ninguno. Paradoja de dos poderes que se identifican en unas cosas y se
ignoran en otras. Sc pensó durante los años de filosofía revalidar los estudios
religiosos ante los organismos oficiales. Había que superar los exámenes dentro
del organismo oficial correspondiente. Eso no era fácil. Se ofreció la
posibilidad de estudiar por libre y yo lo tomé en serio. Presentía que en
cualquier momento podía serme útil. Preparé los libros de texto por mi cuenta.
En dos años, aprobé los tres cursos de Magisterio en la Escuela Normal de
Ávila. Entre un grupo que decidió presentarse sólo yo logré ese pequeño título
de maestro. Lo digo ahora sin demasiado orgullo. Nunca he presumido de mis
virtudes. Me ha interesado mucho más ser que aparentar. Otros hubiesen
convertido la anécdota en una aventura descomunal. Allá ellos. Yo pensaba en el
futuro y trataba de superarme. Para completar la carrera de magisterio realicé
el campamento en la Sierra de Gredos como un requisito práctico como mandaba la
ley. Con ello se acrecentaba mi afición a la escuela y a la
enseñanza.
Fuera ya de la
congregación comprendí mejor que la santa inquisición española no fue tan santa
como se me había prometido antes. Los grandes inquisidores, cuyos méritos había
escuchado sin objeción en el estudiantado, ni podían escapar al bochorno que
merecen las empresas negativas de la historia, ni eludir el justo reproche que
merecen los errores que hoy avergüenzan a los historiadores españoles. Es
necesario ser comprensivo con la historia y considerar las circunstancias
de cada momento. El pasado ha sido lo que ha sido, Pero no se puede olvidar el
poco servicio que la inquisición realizó en favor de la dignidad de la persona,
en favor de la libertad individual del hombre español en sus creaciones
mentales ni siquiera en defensa de la religión. Las escenas de crueldad que los
autos (l dejaron en el suelo hispano, la hipocresía de moral asentada en sus
conciencias y los miedos a cruzarla: fronteras de la heterodoxia, todavía hoy
refrenan el instinto creativo del hombre ibérico.
El celo en la
defensa de un credo nacional excluyente de todos los demás, las delaciones
inclementes en nombre de preceptos morales indiscutibles, el capricho de las
condenas, las oscuras venganzas que tomaban pueblos subyugados al servicio del
teocratismo imperante, la saña vertida en supuestos delitos ajenos y las penas
impuestas, con aire macabro de fiesta pública, en nombre de unos ideales tan
inciertos como los que defendían sus víctimas, no son aje. nos al intransigente
moralismo actual. Una cadena de injusticias todavía hoy se enreda en la
práctica cotidiana de la vida española. Y ahí está esa tendencia inquisitorial
a condenar sin apelaciones, a encender hogueras con la conducta de los demás, a
hacer juicios temerarios de todos. "Un prurito de enojo en el que
pregunta, un poquito de deseo de probar lo que se quiere en el que escribe
y otro poquito de miedo en el que atestigua, hacen una tremenda y monstruosa
calumnia".
Yo estudié la Filosofía con
cariño. Mi mente es producto inevitable de aquellas largas sesiones de
reflexión teorética y largas cavilaciones sobre sistemas filosóficos. Un
taller de conceptos. Máquinas de pensar. No puedo disimular sus consecuencias
en mi actual tendencia a reflexionar y la tentación al dogmatismo que
implican los conceptos elaborados al margen de la vida. Conozco el peligro y
trato de esquivar al mismo tiempo la confusión que producen y el
agnosticismo que pueden generar. Luego entendería que la lógica es buena como
ejercicio mental; pero las enseñanzas de la vida tienen perspectivas que
no entiende la filosofía. La lógica de la vida se diferencia de la lógica de
los conceptos. Esta filosofía contagiada de religión crea esa interpretación
cerrada, eterna, etérea, estable, dogmática y placentera visión de las cosas
que explica muy poco de la vida. El mundo de los hombres es algo más que
conceptos abstractos, es corriente vital siempre en proceso ascendente muy
difícil de sujetar en moldes. Cada época tiene su propia filosofía porque la
corriente de vida es diferente en cada tiempo, como cada ser humano posee su
particular interpretación porque las circunstancias de su geografía son distintas.
Las filosofías son abstracciones desvinculadas de la existencia real de los
seres vivos y deformadoras del auténtico ser humano si no se adaptan a las
formas nuevas de la evolución humana. El hombre es un ser cambiante. Y las
filosofas eran positivas si conectan con esta realidad cambiante, es decir,
humanizadoras, y serán negativas, es decir, destructivas y deshumanizantes, si
se instalan en la inmovilidad.
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Publicado con la amable autorización de autor: CLAUSTRO dentro y fuera,
Arsenio González Cereijo (DEP), Cultiva Comunicación SL Madrid 2009 [El texto
corresponde a una sección del capítulo II titulado "La Aventura
religiosa"] El libro está dedicado "A mi familia. A mis amigos. A los
que, como yo, han sido crédulos, ingenuos, soñadores y han pretendido,
en vano, cambiar el camino del tiempo y la ruta de las estrellas. Mi
otra familia"
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