Santo Tomás, Ávila (Imagen: Luciano López) |
Llegamos a Ávila para comenzar la Telogía después
del descanso del verano en La Mejorada. Ocupamos el nuevo pabellón que estaba
en construcción tres años antes cuando hicimos el Preu en Ávila. El número en
el curso había disminuido porque varios compañeros se habían quedado en el
camino.
Ya indiqué que antes de ir a San Pedro Mártir se
habían salido Balbino Arias, Juan Manuel del Pozo, Baltasar Carrascal, José
Luis Burguet, José María Bermejo, José Antonio de Cea y Juan Luis Martínez. Durante
los años de Filosofía se salieron y no llegaron a Ávila Amador de Bustos,
Calixto Franco, Miguel Gavela, Andrés Galán, Alberto García, Manuel Gómez, José
Hernández, Ricardo López, José María Martínez, Salustiano Moreta y Juan
Postigo. Evidentemente, a este grupo hay que añadir el fallecido Lázaro
Fuentes.
Hagamos una pausa para recordar que desde el verano
de 1957, al final de cuarto en Arcas Reales, no habíamos visitado a nuestras
familias. ¡Seis largos años que se extenderían varios años más hasta la
ordenación! Como nos dijeron más de una vez, había que renunciar a todo y
abandonar todo (incluida la familia) para conseguir el Reino de los
Cielos. En este aspecto, unos fueron más
afortunados que otros. Quienes eran de
Ávila y sus alrededores, como yo, tenían familia cerca que podían hacer una
visita con cierta frecuencia y sin gran dificultad. Lo mismo se puede decir de
quienes eran de Madrid, como José María Ibáñez.
Para quienes eran de Palencia, Valladolid, Burgos y, por supuesto,
Galicia, Asturias y el País Vasco esto era harina de otro costal.
Antes de entrar de lleno en la narración de la
crónica no quiero dejar sin hacer algún comentario sobre uno de los “rumores”
que oímos durante estos años. Me refiero al “incidente” del Obispo corrupto y
depravado de aquel entonces y a cómo el Gobierno, siempre “protector” de la
Iglesia, no permitió que se publicara nada sobre el caso en los periódicos de
la época. La “historia” que corrió de
boca en boca…decía, usando el estilo de los cuentos infantiles que leímos
cuando pequeños.. Érase una vez un Obispo español “disoluto” y “lujurioso” que
frecuentaba, entre otros, los prostíbulos de París y Barcelona. Un informe
policial “reservadísimo” indica que en Barcelona era un “pupilo frecuente con
el nombre de Don Manolo” y todas las prostitutas conocían “su jerarquía
eclesiástica”. Nada menos que el hispanista inglés Paul Preston hace mención de
este caso en su biografía de Franco.
Se trataba del Obispo de Calahorra-Logroño. Como
muchos otros, yo creí que había sido Monseñor Abilio del Campo Bárcena (Obispo
de 1956 a 1979). No fue así. Era el obispo anterior a él, Monseñor Fidel García
Martínez (Obispo desde 1921). No, tampoco fue él. ¡¡Todo fue un un montaje del
Gobierno, con “dobles del Obispo”, para acabar con un prelado incómodo para el
régimen franquista por su oposición al nazismo!! Todo estuvo tan bien “montado”
que el mismo Obispo Fidel llegó a decir
“me lo voy a acabar creyendo hasta yo”. De todos modos, renunció a la sede
episcopal a los 72 años cansado de tanta calumnia. Vivió unos 20 años más
muriendo en 1973 a los 93 años.
La historia nos dice que Don Fidel, nacido en 1880
en un pequeño pueblo de León, fue un Obispo brillante. Si no se hubiese opuesto
al plan con tanta vehemencia, hubiera sucedido al cardenal Segura en la sede
primada de Toledo en 1931.
Entonces, ¿qué pasó? En 1937, desafiando la orden de
Franco a todos los obispos españoles, publicó en el boletín diocesano la
encíclica Mit Brennender Sorge (Con ardiente preocupación) en la que Pío
XI condena severamente al nazismo. Años
más tarde, se atrevió a publicar una larga y vibrante Instrucción pastoral
sobre algunos errores modernos, entre otros el comunismo y el nazismo, y en
defensa de “la libertad y la dignidad del hombre frente al Estado”.
Un libro reciente sobre su caso lo titulan los
autores con toda justicia, Conspiración contra el Obispo de Calahorra.
Denuncia y crónica de una canallada.
Bueno, me alargué más de lo esperado, pero lo
escrito, escrito está.
Volvamos a
nuestra llegada a Ávila. Era prior del
convento el P. Francisco Zurdo, quien, en La Mejorada, había sido prefecto de
disciplina y profesor de latín.
El maestro de Estudiantes que nos esperaba era el P.
Adolfo García, maestro de Estudiantes de Teología el año anterior. El P. Adolfo
era una persona bien preparada con su doctorado en Teologia y quien, entre
otras cosas, había sido Provincial de la Provincia de Colombia. Al mismo
tiempo, tenía una personalidad de hombre asustadizo que engendraba más
nerviosismo que confianza. Era su socio el P. Pelegrín Blázquez.
Al llegar a
Ávila dejamos de ser los “mayores” como estábamos acostumbrados por muchos
años. Allí estaban como padres jóvenes,
recién ordenados sacerdotes y completando el último año de teología, aquellos
“aspirantes” que estaban en 5º cuando nosotros estábamos en 2º en el curso de
1954-55 cuando se abrió el colegio de Arcas Reales. Algunos de los nombres:
Esteban Uña, Domingo Marcos, Magín Gómez, José Bravo, José Martínez de los
Llanos, Antonio Gónzalez, Niceto Blázquez, Juan José Uncilla, Pedro Luis
González….
Del curso
siguiente (4º de teología), estaban allí Gumersindo González, Restituto
González, Cirilo Santiago, Serafín Monasterio, Manuel Mateos, Abilio Vicente,
Gonzalo Rodríguez, Isidro Rubio…
Finalmente,
del curso anterior al nuestro habían regresado de Francia Manuel Reyes Mate,
Jesús Manuel Martínez y Marcos Ramón
Ruiz. De este curso seguían en Granada José Luis Ajates, Dionisio Jiménez y
Rafael Sanz.
Santo Tomás, antigua residencia de estudiantes |
Naturalmente también nos encontramos con un grupo
grande de padres, la mayoría serían profesores nuestros durante los cinco años
de teología. Esta es la lista de los que recuerdo como profesores: PP. Miguel
Crescente González (profesor también en el Seminario Diocesano de Ávila),
Marcelino Sánchez, Salustiano Reyero, Cahn (vietnamita y profesor de hebreo el
primer año), Claudio García, también Regente de Estudios, Felicísimo Miguel,
Luis López de las Heras, Pedro San Segundo, Pelegrín Blázquez, Godofredo
González, Augusto Antolínez, José Montero, Fernando Chamorro, Aristónico
Montero, P. Valderrama.
Había otros padres como el P. Pablo
Arcas(sacristán), Quirino Andrés(síndico), Faustino Rodríguez, Félix Calle,
Cristóbal Alonso, Gaspar Moreno, Isaac Liquete, Efrén Villacorta, P. Vicente,
Jesús Luis Hernández quienes, entre otros ministerios, tenían varias
capellanías en la ciudad y eran los confesores de los estudiantes.
Tampoco quiero olvidar al grupo grande de hermanos
cooperadores que sirvieron a la comunidad con distinción y dedicación. Fray
Antonio Cáceres, Dionisio Bañares, Julián Domínguez, Pío González, Teodoro Moreno,
José Franco Sastre, Valerio Miguel, Agapito Díaz, Jesús Antolínez (luego
ordenado sacerdote), Emeterio Abia, Julián Romeral y Manuel Miguel Velasco.
El P. Canh regresaría a Vietman el año siguiente,
donde, con el resto de los dominicos vietnamitas, pasaría a ser parte de la
nueva provincia que la Orden estableció allí en 1967 con el nombre de Regina Martyrum. Este fue el resultado de la excelente labor de nuestra provincia en
Vietman, donde los españoles llegaron en 1676.
Comenzamos el curso académico a finales de
septiembre y esta es la lista de las asignaturas del primer año (1963-64). Las
nombro en latín porque así aparecen en los récords que conservo: Introductio
in S. Scripturam, Apologetica, Ecclesiologia, Historia Ecclesiae, Patrologia,
Archeologia sacra, Institutiones liturgicae, Lingua hebraica, Lingua graeca
bilblica, Textus selecti, Eloquentia sacra, Musica sacra y De spiritualitate
dominicana.
Algo
interesante sucedió desde el primer día de las clases de teología. El latín
dejó de ser tan importante y, no cabe duda, que el Concilio que se estaban
celebrando tuvo algo que ver con este cambio, sutil al principio y más obvio
con el paso del tiempo.
Al mismo tiempo que comenzamos el curso académico,
el 29 de septiembre de 1963, se iniciaba la segunda sesión del Concilio. El
Papa Pablo VI nombró cuatro moderadores para lograr que el Concilio se
desarrollara con mayor efectividad y para evitar que se repitieran los
“choques” ideológicos de la primera sesión.
Estos fueron los cuatro cardenales nombrados
moderadores: Lercaro, Suenens, Lienart y Agagianian. La historia nos dice que todo funcionó con
más suavidad y harmonía. Antes de terminar esta sesión el 4 de diciembre, se
aprobaron dos documentos. Uno menor, sobre los Medios de Comunicación Social y
otro de suma importancia e impacto, la Constitución sobre la Liturgia.
Hoy día nadie puede dudar que la Constitución sobre
la Liturgia fue el documento de mayor transcendencia e impacto del Concilio.
Otros serán más profundos como Lumen Gentium (sobre la iglesia), Verbum
Dei (sobre la revelación) y Gaudium et Spes (sobre la iglesia en el
mundo moderno), pero no afectaron a tanta gente o sus efectos no fueron tan
evidentes. ¡La reforma de la Liturgia es algo que todos los católicos
llegaron a experimentar y vivir en carne propia! Domingo tras domingo, los
fieles vieron cómo, entre otros cambios, la liturgia dejaba de celebrarse en
latín para celebrarse en su lengua materna.
Continuó la costumbre de comer en silencio mientras
escuchábamos la lectura de algún libro educativo e interesante. Recuerdo en especial el de Marie-Joseph
Lagrange, O.P, El Evangelio de Jesucristo. En aquel entonces no éramos
conscientes de la importancia que el P. Lagrange había tenido en el desarrollo
de la exégesis moderna dentro de la Iglesia Católica. Como fundador de la
Escuela Bíblica de Jerusalén a finales del siglo XIX, comenzó a abrir nuevos
caminos e introducir nuevas técnicas de investigación en este campo de estudio.
Sufrió en carne propìa la “furia” del ataque al modernismo. Hombre de tanta fe
como erudición no aceptó el silencio como solución a esos ataques. Hombre de
tanta obediencia como sabiduría se mantuvo fiel hasta el último momento sin dar
marcha atrás. El P. Lagrange es, sin
duda alguna, una de las grandes lumbreras de la orden de todos los tiempos y,
por ello, merece nuestro agradecimiento y admiración.
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Texto original de Juan José Luengo García "Breve Crónica de un curso 1953-1968)escrito en verano 2009. Para las otras entradas:
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