"La Despeinada" |
Terminadas las vacaciones en La Mejorada, nos
trasladamos a nuestro nuevo destino: Convento de San Pedro Mártir en Alcobendas
a las afueras de Madrid para comenzar o continuar (según se calcule) la
Filosofía.
Viniendo del covento de Ávila, el contraste no podía
ser mayor. Habíamos dejado un convento centenario saturado de historia para
entrar en un convento nuevo y moderno, sin pasado, pero con un futuro
prometedor.
Su diseño y su arquitectura no nos resultaron muy
extraños, porque nos recordaba al Colegio de Arcas Reales que fue obra del
mismo arquitecto (Miguel Fisac). La iglesia era áun más majestuosa y “atrevida”
con su torre “despeinada” como la llamaría Fray Germánico Revuelta. Todos
recordamos aquella poesía famosa sobre la torre. Incluyo varias estrofas para
que los lectores puedan juzgar si Fray Germánico en vida mereció el premio
Nóbel de Literatura o, al menos, el Premio Nacional de Poesía:
Como
una palma de Cades
te
elevas hacia los cielos,
pero
todo lo estropeas
con
esos dichosos pelos.
Me
pregunta a mí la gente
y
me da mucho coraje,
¿cuándo
va usted a quitar
de
la torre el andamiaje?
Vanidosa,
presumida,
humilla
tus pensamientos
que parece tu cabeza
un
manojo de sarmientos.
Muchas
más cosas me quedan
por
decir de tu cabeza,
pero
ya no te las digo
por
no causarte tristeza.
Y
con esto aquí termina
este mi primer cantar,
te
llamo la despeinada
sin
poderlo remediar.
El Convento de San Pedro Mártir había sido
inaugurado hacía solo dos años en septiembre de 1958. En él habían residido por
dos años todos los estudiantes de la Provincia.
La llegada de nuestro curso causó muchos cambios y
movimientos de personal. Ya mencioné antes que el curso anterior al nuestro fue
“desmantelado” y sus miembros dispersados por la ancha geografía de Europa.
Los demás estudiantes, los teólogos, regresaron al
convento de Santo Tomás de Ávila, aunque muchos, como era costumbre en la
Provincia, fueron enviados a diferentes lugares fuera de España. Sólo un
ejemplo: del curso de mi hermano Jaime fueron a Oxford (Inglaterra) mi hermano
y Lucio Gutiérrez (y allí estaban Benigno Villarroel y Máximo Marina); a Dublin
(Irlanda) fueron Pedro Luis González y José Luis Miguel; a Roma, José Antonio
Fernández, Aristónico Montero y, creo que también, Vicente Borragán y a Tolouse
(Francia), Fernando Chamorro.
El curso mayor de los teólogos (varios de ellos ya fuera
de España) era el de Felipe Miguélez, Jesús Mateo, José Montero, Javier
Arrázola, Benigno Villarroel, Pablo Sánchez…y el curso menor de los teólogos
era el de Manuel Mateos, Ticiano Vara, Secundino y Abilio Vicente, Isidro
Rubio, Serafín Monasterio y Luis Sierra.
El P. Tejero fue con nosotros continuando como
Maestro de Estudiantes. Su socio el primer año fue el P. Félix Tejedor y luego
el P. Isidoro Garrido, quien ya había sido socio durante el noviciado en Ocaña.
También fue trasladado a Madrid el P. Marcos Fernández Manzanedo para ser
profesor de Psicología.
En el nuevo convento nos encontramos como prior al
P. Manuel (“Manolín”) González, quien tuvo el honor de haber sido el primer
prior cuando se abrió el convento. Como profesores tuvimos, además del P. Manuel
y el P. Marcos, al P. Bienvenido Turiel, Pedro Cabezón, Juan González, Félix
Tejedor…
Otros padres, como el P. Galende y el P. Diosdado,
se dedicaban a otros ministerios. Creo que el P. Galende era capellán de la
Base de los americanos en Torrejón de Ardoz. Y ho hay que olvidar a los
hermanos cooperadores como el ya mencionado Germánico Revuelta (“Bonisía”),
Aderito Sánchez, y Antonio Gutiérrez Luis (primo de Florentino Casado).
Conviene recordar que en mayo de 1960 había sido elegido
Provincial el P. Jesús Gayo Aragón, quien sería reelegido en 1964. Le sucedió
en el cargo el P. Aniceto Castañón, elegido en julio de 1969. Era Maestro
General en aquel entonces el P. Michael Browne. Hasta 1962 cuando fue creado
cardenal por el Papa Juan XXIII. Después del cardenal Browne, fue elegido
Maestro General el P. Aniceto Fernández, de la Provincia de España. Tuvo ese
cargo por unos 12 años.
Como era tradición, las clases comenzaron a finales
de septiembre y la lista de asignaturas para este curso fue larga y extensa:
Lógica Material, Filosofía de la Naturaleza, Psicología Racional, Psicología
Experimental, Metodología Científica, Seminario, Elocuencia y Religión.
Antes de seguir adelante quiero mencionar que el P.
Bienvenido Turiel era el Regente de Estudios, puesto de gran prestigio e
influencia en los Estudiantados de la Orden.
Desde el noviciado hasta la llegada a San Pedro
Mártir varios connovicios se habían salido. Estos son los que recuerdo: Balbino
Arias, José María Bermejo, José Luis Burguet, Baltasar Carrascal, José Antonio
de Cea, Juan Manuel del Pozo y Juan Luis Martínez.
Aunque seguimos siendo los “mayores” en el nuevo
convento, ya no estábamos solos. El curso siguiente al nuestro también vino a
Madrid después de terminar el noviciado. Aunque sea una lista larga, creo que
merece la pena nombrar a todos. Muchos de esos nombres nos harán sonreír
trayendo a nuestra mente un rostro conocido, pero ya olvidado. Es posible que alguno
de esos nombres no nos digan nada, porque perdimos su recuerdo en el abismo
profundo del olvido. Así es la vida. Los años no pasan en balde. De todos
modos, ésta es la lista por orden alfabético.
Arsenio Alonso, Vicente Arribas, Ciriaco Álvarez,
Porfirio Barroso, Óscar Luis Bernardo, Rafael Cabezón, Jesús Calvo Mansilla,
Jesús Cuadrado, Florencio de Pablos, José Díaz Sánchez, Jesús Espallargas,
Félix Fernández, Tomás Fierro, Fernando Fuentes, Evaristo Galán, Andrés García,
Pablo García Gañán, José González Sánchez, Aureliano Herrero, Eugenio López,
Julián López, Víctor Martín, Felicísimo Martínez, José Luis Martínez Heras,
José Mediavilla, José Vicente Olmos, Ángel Pérez Villar, José Celestino Prieto,
José María Miguel Ramos, Vicente Pascual del Pino, Felipe Reviriego, Tomás
Riádigos, Alberto Sáiz, Carlos Sánchez, Ignacio Sánchez, Agustín San Millán,
Miguel Ángel San Román, Aurelio Valbuena, Daniel Vicente Gallardo y Gerardo
Zapico.
Además, recibimos una “avalancha” de estudiantes de
la Provincia Bética y de la Provincia de España.
De la Bética vinieron, Dámaso Sánchez, Rogelio
Fernández, Ángel Cano, Antonio Burgos, Daniel Muñoz, Andrés Marín y uno más de
apellido Carrasco. Habían hecho el noviciado en Almagro (Ciudad Real).
De la provincia de España llegaron, Dino César
Mureddu(mexicano), Elías López(mexicano), Jorge Arturo Chaves (costarricense), Luis
Ángel Camacho(costarricense), Antonio Martín Elorza, Ángel Ontoria, Manuel
Sastre, Pablo Ozcoidi, Emilio Bautista García, Javier Pascual, Agustín
Larrañaga y Juan José Castro. Del grupo de la Provincia de España, unos habían
hecho el noviciado en Palencia y otros en Caleruega (Burgos.
Fue al comienzo de este año académico, a principios
de noviembre (1960), cuando fue elegido Presidente de Estados Unidos John F. Kennedy. Estoy seguro que todos recuerdan el
entusiasmo que este hecho produjo entre nosotros por ser joven, carismático y
católico.
Una de las aulas |
Comenzamos las clases sumergiéndonos en el latín.
Nos sirvió de libro de texto durante toda la filosofía el Elementa Philosophiae
Aristotelico-Thomisticae del monje bendictino alemán Joseph Gredt (1863-1940).
Otro libro de cabecera para la filosofía fue Esencia del Tomismo de H. G. Manser.
Desde el principio, nos dedicamos a estudiar con
gran ahínco y entusiasmo la “filosofía perenne” trasmitida por Santo Tomás de
Aquino. Esa filosofía, nos enseñaron, como “sierva” de la teología nos
prepararía para los estudios del futuro. ¿Quién no recuerda el gran valor,
según nos dijeron, de las 24 tesis tomistas promulgadas por el Papa Pío X en
1914?
Leer esas tesis hoy, en latín, en español o en
inglés, es como entrar en un mundo surrealista. Un par de ejemplos: La tesis VI
dice (en latín): Praeter absoluta
accidentia est etiam relativum, sive ad aliquid. Quamvis enim ad aliquid non
significet secundum propriam rationem aliquid alicui inhaerens, saepe tamen
causam in rebus habet, et ideo realem entitatem distinctam a subjecto. Lo
mismo en español para que quede todo claro: Además
de los accidentes absolutos se da un accidente relativo, o hacia algo. Porque
si bien ese hacia algo no significa según su propia razón algo inherente a
otro, tiene, sin embargo, con frecuencia, una causa o fundamento en las cosas
mismas, y, por tanto, una entidad real distinta del sujeto. ¡Más claro ni
el agua!
Otro ejemplo, que era una de las tesis favoritas del
P. Pedro Cabezón. Es la tesis XI: Quantitate
signata materia principium est individuationis, id est, numericae
distinctionis, quae in puris spiritibus esse non potest, unius individui ab
alio in eadem natura specifica. Traducido: La materia signada por la cantidad es el principio de la individuación,
o sea de la distinción numérica, que no puede ser en los espíritus puros, entre
un individuo y otro dentro de la misma especie.
Hay que situar todo esto en su contexto histórico y
recordar que nuestros profesores (y todos los profesores en los seminarios de
aquella época pasada) tenían que hacer el juramento antimodernístico según lo
establecido por el Papa Pío X en 1910.
No cabe duda que en nuestros años de formación estuvimos condicionados
por la mentalidad y el clima que este juramento representaba. Vivimos los
últimos “rabotazos” de una época y una visión que poco a poco se desplomó ante
nuestros ojos durante el Concilio Vaticano II. El juramento antimodernístico
sería eliminado por Pablo VI en 1967.
Los expertos, teólogos e historiadores, han escrito
mucho sobre este juramento y lo que significó, de bueno o de malo, para los
filósofos, teólogos e historiadores católicos de la época.
Sin considerarme experto en la materia, quiero
aportar mi granito de arena mencionando un detalle que considero importante.
Ese juramento incluía este párrafo, “también me someto con la debida reverencia
y de todo corazón me adhiero a las condenaciones, declaraciones y
prescripciones todas que se contienen en la Carta Encíclica Pascendi (1907) y
el decreto Lamentabili (1907) particularmente en lo relativo a la que llaman
historia de los dogmas.”
La Encíclica Pascendi ordenaba enseñar la filosofía
escolástica en todos los seminarios y universidades católicos y, para proteger la
ortodoxia, exigía que en todas las diócesis se estableciera un Comité de
Vigilancia, cuya función era, si llamamos a las cosas por su nombre,
promocionar el espionaje teológico y el “chivatazo” eclesiástico en nombre de
la ortodoxia…y todo con el mayor secretismo.
No sé si se ha escrito el último capítulo de la
historia que cuenta cuántos “cadáveres” se han encontrado a la vera de los
caminos recorridos por los intelectuales católicos de aquellos años de tanto
nihil obstat e imprimatur.
Tampoco podemos olvidar que según el Código de
Derecho Canónico (1917) vigente en aquel entonces la filosofía y la teología
había que enseñarlas según los principios de Santo Tomás.
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Texto original de Juan José Luengo García "Breve Crónica de un curso 1953-1968)escrito en verano 2009. Para las otras entradas:
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