Fraile en el Claustro de los Reyes, Santo Tomás |
También residía en el convento de Santo Tomás
Monseñor Francisco Gómez (1887-1962), Obispo misionero (1932-1952) de Hai Phong
(Vietnam). Monseñor Gómez era abulense y tío del P. Alberto Martín Gómez.
En circunstancias normales, al llegar a Ávila nos
esperarían los demás “coristas” (que así, creo, llamaban a los estudiantes
hasta entonces). Hubiésemos tenido delante de nosotros a todos los Filósofos y
Teólogos. Pero, nada era “normal” en nuestro
caso y comenzamos solos.
Añadieron un año más a nuestra carrera y llamaron a
ese curso “Preuniversitario”. Fue entonces, o quizá el año anterior, que el
Estudiantado se afilió con la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Manila y
nuestro diploma (licenciado) sería un titulo expedido por la Universidad como
claramente consta en los Diplomas de muchos de nosotros.
El Estudiantado había sido trasladado de Ávila al
nuevo Convento de San Pedro Mártir el año anterior (1958) y el P. Tejero fue
allí el primer Maestro de Estudiantes. Antes, en Ávila, el Maestro de
Estudiantes había sido el P. Luis López de las Heras.
Para mí, la llegada a Ávila era como una vuelta a
casa. Ese era mi territorio. Nacido a cuatro kilómetros de la capital, había
hecho el viaje en muchas ocasiones andando, en burro o en bicicleta. Subí
muchas veces por la Calle Vallespín hasta el Mercado Chico. Recorrí la Calle
Caballeros, la de Reyes Católicos y Alemania hasta el Mercado Grande. Incluso
bajé varias veces hasta el Convento de Santo Tomás. Nunca olvidaré la fiesta de Santa Teresa de
Jesús, el 15 de octubre, con su desfile de Gigantes y Cabezudos. Además, tenía
en la ciudad bastantes familiares por parte de padre y por parte de madre.
Este es el momento para hacer la pregunta del millón
de euros (o usando la moneda de la época, de los 166 millones de pesetas).
¿Por qué? ¿Por qué este cambio tan radical y tan
costoso?
Antes de responder, si es que hay respuesta, no hay
que olvidar el efecto “dominó” y el daño colateral que este cambio produjo en
los demás cursos. El curso anterior al
nuestro fue “desmantelado” y sus miembros fueron dispersados por la ancha
geografía europea. A París (Le Saulchoir) fueron Manuel Reyes Mate, Jesús
Manuel Martínez, José María Marsella y José Luis Iglesias. Marcos Ramón Ruiz,
Félix Tejedor, Valentín Martínez y Santiago Marcos aterrizaron en Tolosa (Francia).
Y a disfrutar el paisaje andaluz de Granada fueron
Rafael Sanz, José Luis Ajates, Dionisio Jiménez y, creo que también, Benjamín
Barcala. ¡Así de un plumazo!
Volviendo a la pregunta. En septiembre del 2003,
estando de visita en España, me encontré en el Convento de Conde de Peñalver
con el P. Tejero y pude hacerle a bocajarro la pregunta que muchos de nosotros
hubieran deseado hacer: ¿Por qué el cambio y el experimento?
Más o menos, esta fue su respuesta, “Bueno… mucha gente
me ha echado la culpa a mí… pero en realidad... la decisión no fue mía… Sucedió
que el P. Provincial (Silvestre Sancho) hizo una visita canónica…y encontró
problemas… de “observancia” y otras cosas…y decidió -junto con el Consejo de
Provincia- cortar por lo sano…” siguiendo, añado yo, la lógica del refrán
popular, a “grandes males, grandes remedios.”
Esta es la versión del P. Tejero. Quienes conocieron al P. Tejero y le tuvieron
como Maestro de Estudiantes el primer año en San Pedro Mártir (1958-59) lo
explican de una manera diferente. Según algunos, él quería tener la oportunidad
de controlar mejor la situación y, para ello, buscaba un grupo de estudiantes
que le tomaran a él más en serio. No faltó entonces quien dudara de la validez
del nuevo proyecto o de que el P. Tejero fuera la persona indicada para el
mismo.
Sin embargo, se pudo decir “alea iacta est” y no
hubo marcha atrás.
Como en parénteis, tengo que decir que en el verano
del 2009 tuve la oportunidad de hablar con el P. Tejero una vez más. Lo llamé a
Manila para saludarlo. Lo encontré bastante lúcido considerando su edad (nació
en agosto de 1920). Se acordaba de todos nosotros. Me dijo que no piensa
regresar a España y está resignado a morir en Filipinas.
El día siguiente a nuestra llegada, el P. Tejero en
su primera plática nos dejó saber cuál sería su “política”: Exacto
cumplimiento del deber. Esto
incluía: fiel cumplimiento de las observancias monásticas (sobre todo el
silencio), espíritu de sacrificio, espíritu de oración y espítitu de estudio…
un estudio que debería estar sazonado por la oración y que lleva consigo el
amor a la celda.
Pronto comenzaría su rutina de charlas semanales
basadas, al principio, en en el libro “Teología de la Perfección” del P. Royo
Marín, OP.
Fue legendaria su insistencia en mantenernos
“aíslados” de todo contacto con los demás padres del convento. Algo difícil de
olvidar. Tenía pánico de que nos contamináramos con ideas “picudas”. Tampoco se
puede olvidar fácilmente cómo el P. Marcos Fernández, entre otros, buscaba la
oportunidad de hablar con nosotros en cualquier ocasión.
No cabe duda que quien viera por primera vez el
Convento de Santo Tomás tenía que quedar impresionado. El coro, la iglesia, los
claustros, el refectorio, las aulas de clases, las celdas de padres y
estudiantes…todo majestuoso y saturado de historia.
A principios de septiembre, el P. Macario Ruiz,
misionero en Japón, nos dio una conferencia sobre el trabajo de los dominicos
en ese país. Creo que todos quedamos impresionados cuando nos habló del alto
nivel educativo de Japón y el reto que eso suponía para la evangelización.
Con el P. Macario comenzó una larga y provechosa tradición
de tener la oportunidad de escuchar a los padres que venían de tierra de
misión: Filipinas, Hong-Kong, Venezuela, Formosa (así se llamaba Taiwán en
aquel entonces).
Antes de comenzar las clases se unió a nuestro curso
Luis Sasaki, venido directamente de Japón. ¡Quién no recuerda a Sasaki siempre
con su diccionario debajo del brazo! Tuvo que ser extremadamente difícil el
tener que aprender español y, al mismo tiempo, latín porque a partir del año
siguiente todas las clases de filosofía serían en latín. Hizo poner los pelos
de punta a quienes contó su recuerdo del bombardeo atómico de Hiroshima y
Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. Siempre calmado y ecuánime no pudo
controlarse al ver cómo los japoneses eran presentados en la película El
puente sobre el río Kwai.
También se
unieron a nuestro curso dos estudiantes de la Provincia de España cuyo apellido
era Prior y Salazar.
Escena de Fray Escoba (Coro Convento Santo Tomás) |
Como siempre, las clases comenzaron a mediados o
finales de septiembre. En el expediente académico recibido de Instituto Pontificio
de Filosofía (convento de San Pedro Mártir) consta que aquel año cursamos: Introducción
o Fundamentos de Filosofía, Lógica Formal, Lengua y Literaturas griegas, Lengua
y Literatura Latinas, Lengua y Literatura inglesas, Literatura española y universal,
Geografía universal, Elocuencia, Música y Religión. Tuvimos como profesores, además del P. Maestro,
al P. Marcos Fernández Manzanedo, Marcelino Ortega, Felicísimo Miguel, Félix
Tejedor y otros que no recuerdo.
Estando en Ávila pudimos ver cómo se edificaba el
nuevo Pabellón. Recuerdo muy bien la cuadrilla de los albañiles que lo
construyeron (Regalo el capataz, Quintín Gutiérrez y Alfonso Hernández). Los
tres eran de mi pueblo, Narrillos de San Leonardo.
Siguiendo la costumbre de años anteriores, los jueves
por la tarde teníamos paseo largo y nos dábamos una vuelta por las afueras de
la ciudad, no lejos del convento. Durante esos paseos, yo tuve la oportunidad
de visitar en más de una ocasión a varios parientes que vivían en la carretera
de Toledo, cerca de la llamada gasolinera de Rivilla, y en el Tiro Pichón cuyo
encargado era primo mío. No sé si el P. Maestro llegó a enterarse de aquellas
“visitas” (siempre breves, claro).
Los domingos, después del Rosario y la Exposición,
teníamos procesión por el Claustro de Difuntos. Desfilábamos todos los frailes
acompañados por los fieles que asistían a esos oficios. El primer domingo del
mes era en honor del Rosario, el segundo domingo en honor del Santo Nombre y el
tercer domingo en honor del Santísimo Sacramento.
Durante ese año casi todos mosotros aprendimos a
escribir a máquina algo que no nos vino mal más adelante cuando tuvimos que
presentar los muchos proyectos y tesis que nos exigieron en las clases que
tomamos.
Ya mencioné anteriormente la costrumbre de comer en
silencio mientras alguien leía algún libro interesante. Recuerdo muy bien dos
de ellos. El primero se titulaba Y la Biblia tenía Razón escrito por
Werner Keller. Trataba de probar cómo la arqueología estaba dando la razón a la
Biblia y demostrando su historicidad. Yo creo que los expertos de hoy son un
poco más cautelosos en este aspecto, pero esto es harina de otro costal.
El otro se titulaba Centinela de Occidente,
era una hagiografía de Franco. Fue escrito por Luis Martínez de Galinsoga y
Francisco Franco Salgado (primo de Franco). El título no podia ser más
sugestivo. Mientras todos dormían, Franco se mantenía vigilante.
Luis de Galinsoga había sido redactor-jefe del ABC
y, después de la Guerra Civil, fue nombrado por Ramón Serrano Súñer director de
La Vanguardia de Barcelona que pasó a llamarse La Vanguardia Española.
Alguien escribió, que como director de La Vanguardia Española, “procuró
por encima de todo castellanizar la publicación, evitando el peligro de parecer
regionalista”.
La historia nos dice que Galinsoga fue cesado por el
gobierno como director el 5 de febrero de 1960 por el llamado “asunto
Galinsoga” que estalló cuando éste, con gran tacto y diplomacia, profirió la
frase que se haría famosa, “Todos los catalanes son una mierda” tras asistir a
una misa en la que la homilía se impartió en catalán. ¡Oh tempora, oh mores!
Si recuerdo bien estando nosotros es Ávila se
filmaron en el Convento de Santo Tomás varias escenas de la famosa película Fray
Escoba protagonizada
por el cubano René Muñoz y dirigida por Ramón Torrado.
Mencioné antes que el Prior del Convento era el P. Isaac
Liquete. Ya entonces estaba al frente del Museo de Arte Oriental al cual dedicó
más de treinta años de trabajo. Debido a
su dedicación y esmero, el museo se convirtió en una gran atracción turística
de la ciudad. Su trabajo no pasó desapercibido. El Ayuntamiento de Ávila en
2006 en reconocimiento a su labor en el museo decidió dar el nombre Padre
Isaac Liquete a una de las calles de la nueva urbanización en la proximidad
del Convento de Santo Tomás.
Al terminar el curso, pasamos una temporada en La
Mejorada antes de trasladarnos al nuevo Convento de San Pedro Mártir para
comenzar la Filosofía.
La Mejorada se convirtió en el lugar de descanso
veraniego durante muchos años.
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